El último Día Internacional de la Mujer no fue un día cualquiera para Adely Durán. Es cierto, se levantó como siempre antes de las 6 de la mañana, abrió el minimarket que fundó hace 12 años en Ate-Vitarte y alistó la lista de insumos de la pollería que intenta mantener a flote en esta pandemia. Pero, en medio de la rutina, se había reservado una sorpresa a sí misma: decidió regalarse un ramo de flores. “De Adely para Adely”, dice sonriendo.
Después de varios meses de sacrificio, insomnio y facturas pagadas al límite, Adely siente que se merece eso y más. La niña tímida que nació y creció en Tingo María, está orgullosa de la mujer en la que se convirtió, aunque no lo diga muy a menudo en voz alta. “Me considero emprendedora, trabajadora. Exitosa, podría decir. A pesar de todas las cosas que me han pasado y que he perdido, sigo adelante. Soy fuerte, luchadora”, afirma.
En este rincón de Lima, “Market Adely” es el supermercado del barrio. La primera opción para abastecerse. Si antes ya era así, la pandemia lo hizo más evidente. “Nos tocó estar para todos los vecinos sin dejar de cuidarnos y de cuidarlos”, dice Adely, quien trabaja con Clemencia y Yessenia, sus dos leales colaboradoras. Entre todas han logrado que el minimarket sea un motivo de orgullo común. El eterno homenaje a Juan Ángel Jesús.
Bien saben que no hubiera sido posible sin aliados estratégicos. El acompañamiento del Sistema
Así, Adely se ha convertido en una de las miles de bodegueras que han sido capacitadas de manera virtual por el programa Mi Bodega Abierta de Inca Kola, que este año ha renovado su compromiso con el canal tradicional repartiendo protectores faciales y equipos de delivery para seguir acompañando a las bodegas en su reactivación.
No ha sido fácil. Pero Adely sabe cómo darse ánimos: trata de recordar siempre todo el camino andado. Cuando preparaba picarones en la puerta de su casa o cuando servía platos de comida en la calle. A veces siente que las fuerzas se le acaban, como a todos, pero sus hijas están ahí. “Gracias a Dios ellas saben lo que soy y lo que valgo. Y mi hijita, la de ocho años, me dice: ‘Mamá, eres una mujer luchona. Así quiero ser yo’”, cuenta.
En el barrio, Adely es también un ejemplo de mujer combativa y generosa. “Adita”, la llaman como a una tía consentidora. Se lo ha ganado a pulso. Sus clientes más leales pueden pagarle luego. A todos los saludo por su nombre. El progreso de ella es el progreso de todos. “Hay varios que me dicen: ‘¡Felicidades, cómo has crecido! Ahora ya tienes una pollería’. Me dan más aliento. Me animan a seguir adelante pese a todo”, dice.
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