Como si el mensaje le hubiera llegado en una botella de vidrio a la deriva en el mar, Lorena Mongilardi encontró una forma de ayudar al medio ambiente y emprender un negocio que le devolviera la pasión. Esta arquitecta de 31 años decidió crear Vidria, una empresa ecosostenible capaz de reciclar botellas de vidrio para ser transformadas en artículos tan prácticos, necesarios y cotidianos como vasos, lámparas o fuentes.
El propósito ambiental no sería el único objetivo. Vidria también debía preocuparse por transformar la realidad social precaria de los recicladores, y por eso decidió pagar el kilo de vidrio a un precio más elevado que otros compradores. “Creemos que debemos garantizarles un comercio justo porque si no fuera por ellos habría menos reciclaje”, explica en su taller, ubicado en Villa El Salvador, al sur de Lima, donde Lorena encontró el lugar ideal para hacer realidad su sueño. De la mano de su hermano Alonso, como inversionista, y de Jaime Loayza y Marco Riva, como encargados de la parte operativa, logró perfeccionar el proceso para transformar las botellas de vidrio en vasos y en otros artículos de uso doméstico.
El secreto de los nuevos vasos
La cadena de producción tiene siete pasos en total. Los primeros tres los realiza Janeth Sosa, una mujer de 52 años, que confiesa que se emociona cuando sus nietos le dicen que están orgullosos de lo que hace. “Cuando vienen las botellas, yo me encargo de lavarlas, trazarlas y luego cortarlas”, explica.
A continuación, Merwins y Ada pulen las asperezas. Pueden tardar entre dos a cinco minutos. Luego, en la zona de boleado, la llama de un soplete funde los bordes. Una vez fríos, los nuevos vasos son serigrafiados para finalmente ingresar en un horno a 580 grados centígrados, desde donde salen listos para ser usados.
El principal logro de Vidria es que esas 10.000 botellas no acabarán en ningún relleno sanitario o directamente en el mar. Pero el trabajo de esta empresa social no sólo evita que el vidrio vaya a parar a los desechos, sino que también reduce el impacto ambiental derivado de la extracción de la sílice, su traslado y fundición en base a carbón. “Solo esa última etapa significa entre el 90 y el 95% de la contaminación de todo el proceso. Por eso nos dimos cuenta que al quitar el fundido, el costo ambiental de nuestros vasos, en comparación a los de fábrica, es 95% menor. Es decir, un vaso 95% más ecoamigable que un vaso convencional”, asegura.
Es posible que las 10.000 botellas rescatadas puedan significar apenas una minúscula parte, pero Marco prefiere ver este esfuerzo desde la perspectiva de la esperanza y cómo juntos podemos conseguir un mundo sin residuos.
“Pequeñas acciones conllevan a grandes cambios. El impacto que podemos generar recogiendo una botella de la basura es grande, así sea 100 gramos de CO2 menos. Ese pequeño esfuerzo, sumado al de otras personas en diversas partes del mundo, se multiplica y puede ser realmente enorme”, asegura.
Lorena asegura que no detendrán su pequeño taller hasta lograr que todos los vasos del mundo provengan de botellas recicladas.
Redes Sociales